El pasado sábado, en el marco del
ciclo de teatro “Parla en Clásico”, se representó en el Teatro Jaime Salom el
espectáculo juglaresco-narrativo “Lorenza Malandanza”, interpretado
magníficamente por la locuaz, rutilante y simpática actriz salmantina Eugenia Manzanera y
que ya había tenido su puesta de largo en el legendario y famoso Festival de
Almagro, entre otros festivales clásicos. En resumen, una gran oportunidad de
asistir a un entretenido e histórico evento al módico precio de cuatro
euros. Vamos, un regalo en toda regla.
En esas circunstancias tan favorables para el público, el teatro debería haber
estado a rebosar y haberse agotado las entradas. Eso dice la teoría en
cualquier ciudad o pueblo “normal”.
Pero Parla sigue siendo un mundo aparte, un
microcosmos sumido en un limbo decadente y con unos datos socio-económicos muy
preocupantes y escalofriantes, quizás más profundos y desgarradores que los que
las demoledoras estadísticas se empeñan en mostrar una y otra vez, situándonos
a la cola de todo lo que signifique progreso.
Volvamos al teatro, regresemos a
ese vergonzoso vacío que se encontró Eugenia Manzanera actuando ante cuarenta
personas. Sí, cuarenta personas. La anatomía de ese primer instante por parte
de la actriz debió de ser de lapidaria incredulidad. Por la mente de la actriz
imagino que se pasaría algo así como:
¿porqué sorprenderme?; ¡qué me iba a esperar, si es que vengo a actuar a
Parla!.
El Teatro Jaime Salom, que tiene un aforo cercano a las trescientas
localidades, ya de por sí pequeño para un municipio con el número de habitantes
de Parla, se revela en realidad más que suficiente para la escasa demanda
cultural existente en Parla, donde está claro que la cultura es algo que la
mayoría de la población no considera necesaria, así que en la lista de
prioridades vitales de una grandísima parte de los parleños, la cultura ni
existe. Increíble en una ciudad de 132.000 habitantes. El panorama es muy
triste pero suficientemente revelador.
Siendo testigo de esta triste vivencia
llego a la rápida conclusión de que en Parla la cultura interesa poco o a muy
pocos. Y lo comprendo, es fácilmente descifrable. Un gran porcentaje de la población parleña, que se halla en un estadio inferior a otras sociedades más evolucionadas, en gran
parte vive en la precariedad y bastante tiene con cubrir sus necesidades más
básicas, como pagar sus recibos, comer,
vestirse y buscar un trabajo en precarias condiciones, así que lo último que se le pasa
por la cabeza a esas personas es leer un libro, asistir al teatro o a una exposición. Por
cierto que en la Casa de la Cultura ahora mismo hay una sobre el arte gráfico
en las portadas de los discos de la movida madrileña.
Pero poniendo punto y
final, la imagen del teatro casi vacío vale más que todas las palabras que se
pudieran escribir al respecto.