Hace una semana pasé por la calle Turín, desgraciadamente
famosa porque es el lugar donde aparcan los camiones que son constantemente
asaltados por los delincuentes. Justo al pasar por allí, había un enorme
trailer con las puertas traseras abiertas de par en par, los cierres
destrozados y completamente vacío, prueba irrefutable de que los “amigos de lo
ajeno” ya le habían hecho su visita puntual.
La noticia de los robos constantes en esa calle ya apareció
hace un tiempo en los medios de comunicación y es sólo un reflejo más del clima
de inseguridad que se vive en Parla.
A tenor de la hipócrita terminología y la teatral puesta en
escena de los políticos a la hora de hacer un comunicado, cuando el alcalde
afirma que Parla es una ciudad segura, la realidad que todos conocemos a pie de
calle y en nuestros barrios, se empeña en demostrar todo lo contrario. Para
desviar la atención se intenta hacer creer que esto pasa en todas partes, que
hasta en los buenos barrios hay delincuencia, que si es fruto de la crisis,
etc.
Por otro lado están las leyes y la justicia españolas, laxas
y canallas, que son una verdadera vergüenza en toda regla y que en realidad se
ensañan con las víctimas y afectados en vez de con los criminales. Desde Roldán
al Rafita pasando por los etarras y todo tipo de maltratadores, butroneros,
tironeros, secuestradores, traficantes, especuladores, corruptos, asesinos y
terroristas, desgraciadamente en España nos desayunamos todos los días con
noticias escandalosas de criminales campando a sus anchas o saliendo
impunemente de su breve estancia carcelaria para seguir con sus fechorías.
Todavía recuerdo aquella conversación telefónica
interceptada hace años por la policía en la que un rumano instaba a sus
compinches de Rumanía a venirse para España porque delinquir aquí era un
verdadero chollo.
Pero regresemos a nuestro querido municipio. A nivel
comercial, especialmente grave es la ola de robos en establecimientos que viene padeciendo toda la zona centro de
Parla. Desde estancos, bazares chinos, tiendas de ropa, telefonía, bares, supermercados, etc. Hay establecimientos que debido a la reincidencia de los delincuentes ya
no pueden soportar más esta inseguridad e impunidad y han decidido cerrar sus
puertas o trasladarse. Ejemplo de ello es el distribuidor de Movistar que
estaba en la calle Alfonso XIII y que cerró sus puertas a causa de los
constantes robos.
En el barrio de Parla Este ya han robado en todos los
garajes subterráneos de las urbanizaciones. En todos, pero eso no viene de
atrás, es que día a día los robos en los garajes son constantes, y en menor
medida en trasteros y viviendas. Si esto es algo que las autoridades consideran normal, es que mienten más que pinocho o ante su incapacidad para afrontar el problema miran para otro lado.
Y lo que se dice caminar de noche por las
desiertas calles de Parla, es una tarea sólo apta para suicidas o valientes.
Pero la creciente inseguridad en Parla no es casual y las
cifras y datos avalan esta dinámica delictiva. Detrás todo esto se encuentran
alarmantes cifras de desempleo, una descomunal tasa de inmigración foránea, con
los marroquíes a la cabeza, y bolsas de pobreza en barrios de Parla socialmente
muy degradados. El cóctel inmigración-juventud-fracaso
escolar-desempleo-impunidad es verdaderamente letal para la convivencia
ciudadana, y eso lo estamos ya padeciendo día a día.
Todos nos quedamos perplejos y nos llama poderosamente la atención el que un gran
número de personas de determinados colectivos de inmigrantes de Parla, desde
jóvenes a adultos, se pasen el día desocupados, paseando o sentados
plácidamente en los bancos en el caso de los adultos, o deambulando de un lado
para otro de manera nerviosa, con miradas desafiantes, móviles de última
generación y ropa de marca,
en el caso de los jóvenes. Pero de cualquier modo, sin la más mínima señal de estrés ni preocupación por
trabajar.
Como botón de muestra basta permanecer un rato en la plaza
de la estación de Parla, rebautizada popularmente como plaza del Camello, para
observar que, al margen del trasiego de gente que coge el tren o el tranvía
para desplazarse a sus obligaciones y actividades cotidianas, es el epicentro
de sospechosos encuentros, rápidas compraventas, misteriosas idas y venidas de
gente de todas partes del mundo, fugaces trapicheos de drogas, etc.
Los fabricantes de rejas, empresas de seguridad y vendedores de cámaras
y alarmas están de enhorabuena porque en Parla tienen un filón. Los ciudadanos,
por el contrario, están atemorizados.