sábado, 22 de enero de 2011

DRAMÁTICO Y TRÁGICO COMIENZO DE AÑO EN PARLA






 


El comienzo de año ha sido delictiva y mediáticamente
convulso en Parla, tradicionalmente fuente de conocidas y reiteradas
confirmaciones de datos económicos y sociales peyorativos pero ya
definitivamente instalados en el subconsciente de todos los parleños, que por
unas u otras razones ya ni se inmutan cuando vuelven a leer que Parla lidera
las cifras de paro, las de fracaso escolar, las de abortos, las de los pisos
más baratos y bla, bla, bla, bla.........







Por otro lado, las noticias positivas que acontecen en Parla
son de escasa trascendencia ni relevancia. Nada de noticias sobre grandes
empresas que se instalan en el municipio, ni de importantes obras de
infraestructura, ni de grandes inversiones. Nada. Algunos  aciertos y muchas chapuzas variadas y mediocres
en forma de obras en los barrios. Y punto y final.









De repente, en dos frenéticas semanas, el municipio ha
estado en primera plana de los medios de comunicación a causa de tres
asesinatos casi consecutivos.




En los accesos por carretera a Parla se ha podido ver un
dispositivo policial de efectivos armados, un helicóptero sobrevolando la
ciudad, policías en la estación de Cercanías, etc. Estarán un tiempo y se
marcharán porque suele ser el típico protocolo establecido por la Delegación de
Gobierno en estos casos.









En el caso del repartidor de prensa asesinado, ha sido
doloroso y cruel comprobar cómo el presunto asesino y su cómplice contaban con
42 y 18 antecedentes penales respectivamente. Es la prueba inequívoca y la viva
imagen de lo que es la Justicia en España. Si la Justicia hubiera sido
proporcional y punitiva y esas dos personas estuvieran encarceladas o
reinsertadas, el destino no hubiera dado lugar a la fatal coincidencia entre
los asesinos y la víctima. Pero bueno, son hipótesis redundantes que estamos
cansado de escuchar día tras día a través de las noticias porque España, en
comparación con el resto de países desarrollados, se ha convertido en un
paraíso delictivo por el caos y la impunidad reinantes a nivel judicial. 









La policía, en un ejemplar ejercicio de eficacia detuvo a
los presuntos asesinos causantes de los dos últimos crímenes. Impresionante la
rapidez y profesionalidad en resolver estos dos casos tan brillantemente. Hay
que temer que cuando los presuntos delincuentes se sienten ante el juez
empezarán las alegaciones, atenuantes, etc. que si iban drogados, que si la
navaja era de otro, que si se defendía, en fin, la Justicia garantista en
acción y en dos días en la calle otra vez, como desgraciadamente los ciudadanos
ya están hartos de escuchar día tras día y la policía desmoralizada de ver que
lo más habitual en nuestro país es que los delincuentes detenidos entran por
una puerta y salen por otra. 









En medio de todo el marasmo de sucesos, llegó la guinda
televisiva en un programa del corazón. 
Las ampulosas declaraciones de un conocido personaje televisivo referidas a Parla, han sido
exageradas y vociferantes, pero desgraciadamente en cierto modo tienen un
trasfondo de verdad, aunque desde luego no era precisamente ese el programa
indicado para mostrar una opinión crítica de esa índole.









A mi modo de ver, el alcalde jamás debería haber respondido
y debería haber tratado de correr un tupido velo, dando la callada por
respuesta.




El poder de la televisión es inmenso y en este caso Parla
tenía poco que ganar y mucho más que perder, con lo cual seguir la corriente ha
sido un error y es mejor pasar página para no ahondar más en los problemas tan
grandes que ya de por sí tiene el municipio.







Otros muchos parleños se han lanzado al aquelarre del
tertuliano del corazón con afirmaciones y críticas que, en muchos casos, suponen un linchamiento verbal, no
dejan de ser desafortunadas y están fuera de lugar, rebosantes de un
histrionismo lisérgico que no hace sino ponerlos a la altura dialéctica o más
bajo que el propio emisor. Produce lástima que algunos con repetir como un
rebaño “a la búlgara” que “nunca les ha pasado nada”, “están orgullosos de ser
de Parla” y “que aquí hay buena gente” ya lo arreglen todo y, por hipocresía o
ignorancia, miren para otro lado, ignorando o sin querer saber lo que sucede más allá de las
puertas de sus domicilios. 







A los sumisos apesebrados, esa casta de trifásico directo,
les comprendo, han de defender a ultranza a la mano que les da de comer, no sea
que por avatares del destino, por su nula capacidad, escasa cualificación e
inexistentes méritos profesionales, se encuentren un día sin padrino y en la
famosa cola de la calle San Blas. 









Cuando he hablado estos luctuosos días con gente de otros
puntos de España, a nadie se le ha olvidado mencionarme la imagen marginal que
les transmite de por sí el nombre de Parla, a lo cual he quitado hierro al
asunto y he tratado de pasar página ante lo irrefutable de perder el tiempo en
estériles entelequias.




La imagen o el estereotipo de una ciudad no mejora ni
empeora por unas declaraciones puntuales, sino que ya tiene solera y arraigo en
el imaginario social por razones más acordes con el desarrollo, el dinamismo y
la prosperidad o por todo lo contrario, enraizadas por el paso del tiempo.









Ya nos hemos habituado a que cada cierto tiempo las noticias
mencionen la desarticulación de algún tipo de mafia o red delictiva en Parla.
En 2010 la policía desarticuló en Parla varias bandas mafiosas dedicadas a la
copia de DVD´s, a la prostitución, a las drogas, a los robos, a estafas, etc.
Es un tipo de delincuencia que no percibe el ciudadano de a pie por no estar
directamente afectado, pero es indicativo de que algo huele a podrido con
tantas detenciones. Parece la versión modesta y suburbial de la Costa del Sol,
pero sin costa, sin sol y sin jeques con petrodólares.









Muchos parleños viven totalmente ajenos a esa realidad de su
propia ciudad. Bajan en el ascensor desde su casa al garaje o sacan el coche del
chalet, se montan en su vehículo y al final resulta que prácticamente jamás  han puesto un pie fuera de su barrio. Su radio
de acción se limita al supermercado, al bar de la esquina o al colegio y el
resto de cuestiones las solventan desplazándose en coche.









Lógicamente, si el centro de Parla fuera un lugar atractivo,
dinámico, comercialmente vivo, con muchas calles peatonales, restaurantes,
buenas tiendas, la gente se animaría a pasear, acudir al centro a darse una
vuelta y llenarlo de vida y valor.









En ciertos barrios de Parla, sobre todo en los que
comprenden los distritos Noroeste y Noreste, hay un ambiente que ni de lejos es
el de antaño, donde muchos comercios tradicionales han desaparecido, en algunas
zonas incluso todos, y han dado paso a centenares de exóticos “negocios” en los
que incluso los vecinos más próximos son conocedores de los extraños y
descarados trasiegos e idas y venidas de estos locales.









A lo largo de varias décadas se han permitido la degradación
estética y arquitectónica de todas esas zonas y además no se han tomado
decididas y valientes actuaciones urbanísticas, que son los pasos previos a que
posteriormente vayan paulatinamente perdiendo su valor, no sólo inmobiliario
sino a todos los niveles, y se degraden social, comercial y económicamente
determinadas áreas. Porque sustituir las aceras y las farolas de un barrio por
otras nuevas y poner cuatro vulgares parterres de césped no supone realizar
ninguna reforma profunda ni actuar con decisión de cambiar el devenir de partes
de la ciudad sobre las que, metafóricamente, hay que operar quirúrjicamente, no
poner una tirita.




De ese modo nunca se hubiera construido la Gran Vía
madrileña y en su lugar tendríamos ese caótico e irregular conjunto de fincas
que estrangulaba el centro de Madrid, por poner un ejemplo a mayor escala. Pero
eso será en otro capítulo.









Todo está interrelacionado entre sí y en momentos de crisis
los débiles son los que más sufren mientras que las ciudades con recursos, no
sólo aguantan el tirón sino que incluso siguen creciendo y prosperando. Y
Parla, por sus carencias y peculiares características, es una ciudad frágil,
expuesta más que ninguna a los vaivenes, tormentas y avatares del capital y sus
designios.









Rápidamente se pone en marcha la maquinaria del “Matrix”
municipal, ese mundo virtual a  modo de
alfombra bajo el que intenta esconder la tumoral problemática de Parla con la
eterna milonga de que en Parla es maravillosa, la gente es buena, honesta y
trabajadora y esta es una ciudad muy segura.








La vida continúa y por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.

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