Fue el rey
Midas del extrarradio, el político que consiguió hacer del municipio de
Parla una ciudad para vivir y no sólo para dormir. De aquella época, de
cuando Tomás Gómez convertía en oro lo que tocaba, no hace más de diez
años, sin embargo hoy es sólo un recuerdo.
El líder del PSM convirtió a la localidad en emblema de la modernización
del Sur. Colocó palmeras traídas de Alicante en las calles, recuperó
el tranvía y consiguió un índice de empleo sobre la población activa de
más de un 92,3 por ciento. Parla fue durante el mandato de Gómez, de
1999 a 2008, el estandarte del socialismo y él, el alcalde más votado de
España, con un 75% de apoyos durante dos legislaturas seguidas.
Hoy el «sueño parleño» se ha esfumado y sus habitantes deben pagar, con
unos intereses de demora millonarios, todo lo que Gómez convirtió en
oro. La deuda asfixia las arcas, los despidos están a la orden del día y
ahora, hasta se reniega del glamuroso tranvía.
Gómez saltó del barco
antes de que se hundiera y, aunque su sucesor y amigo, José María
Fraile, se empeña en asumir toda la responsabilidad de la ruina
municipal, lo cierto es que tanto los bancos como la Justicia reclaman
facturas sin pagar acumuladas desde la época «dorada» que lideró el
secretario general del PSM.
Tan rápida fue la subida como estrepitosa la caída. Y casi de forma
paralela, la de su ex alcalde. Se marchó del municipio en 2007, cuando
José Luis Rodríguez Zapatero le fichó para que sustituyera a Rafael
Simancas tras su histórica derrota frente a Esperanza Aguirre de 2007.
Él acababa de ganar por segunda vez en Parla con una mayoría absoluta
aplastante y su estrella deslumbró al «jefe» y al socialismo madrileño.
Tras tres años de tibia oposición (no tenía escaño en la Asamblea)
logró que su popularidad subiera como la espuma en el verano de 2010,
cuando dijo «no» a Zapatero, que quería que fuera Trinidad Jiménez la
candidata a las elecciones del pasado mes de mayo. Su victoria sobre la
entonces ministra de Exteriores, en las primarias internas del partido,
fue el momento álgido de su vida política. Algunos hablaron entonces de
él como el «mirlo blanco» del socialismo. Hoy, como en el caso de Parla,
de aquella imagen no queda nada.
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