Cuando se denuncia el despilfarro de las administraciones públicas, más
de uno vuelve la cabeza y con razón a lo que sucede en el Ayuntamiento
madrileño de Parla.
El
ínclito Tomás Gómez se marchó de la corporación dejando una pella
económica bastante sustanciosa, pero con especial incidencia en su
último capricho, el tranvía o metro ligero, como ustedes quieran
denominarlo. Este medio de transporte, innecesario a todas luces, fue un
empeño, una cabezonada de un dirigente socialista al que no le ha
importado dejar hipotecado el futuro de su pueblo, unos ciudadanos que,
por otra parte, parece que tampoco aprendieron la lección porque aunque
el PP ganó, lo cierto es que se aliaron PSOE, IU y algún otro partido de
corte vecinal para seguir dando carta de naturaleza al derroche.
El
sustituto de Gómez, el señor Fraile, frito por las deudas de su
antecesor y al ver que el tranvía ya no salía, que los trabajadores del
servicio han dicho basta ante los impagos, ni corto ni perezoso se
personó en la sede de la Comunidad de Madrid para que le arreglasen el
problema, es decir que Esperanza Aguirre tragase con el muerto de
financiar y subvencionar este servicio. Con muy buenas palabras en la
sede de Sol le dijeron que le fuese bonito, pero que no había nada que
rascar, que ya se da una subvención obligatoria a todos los medios de
transporte públicos que hay en la región, pero ni de lejos se puede
primar el disparate.
Y
es que es lógico, por mucho que se ponga hecho un basilisco el primer
edil de Parla, que la Comunidad de Madrid no asume el papel de una ONG y
menos aún para fines como éste, salvarle la cara a un Ayuntamiento o,
mejor dicho, a unos políticos que se han dedicado al innoble arte del
despilfarro. Se dijo por activa y por pasiva que el tranvía no tenía
razón de ser, que era un gasto innecesario, algo superficial, pero
nuestra clase política debe tener tupidos los oídos y hace lo que le sal
de sus reales mandatos.
El
populismo de Fraile, intentando pasar por víctima, no le va a servir de
nada. Se ha encontrado de frente a una presidenta regional inflexible
con las ‘alegrías’ presupuestarias. Aquí hay que empezar a tener claro
que la fiesta irresponsable de uno no puede repercutir en el resto o,
más sencillo aún, quien la hace, la paga, aunque algunos dirigentes (más
de lo que podemos imaginar) siguen anclados en la mentalidad de que
existe una maquinita de hacer euros a mansalva. Craso error, señores,
craso error.
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